Estados Unidos parece haber entrado en una fase decisiva de su estrategia contra el Gobierno de Nicolás Maduro: advertencias aéreas severas, un inusual despliegue militar en el Caribe y una ola creciente de cancelaciones de vuelos internacionales han convertido el espacio aéreo venezolano en una zona casi desierta.
En
Washington, cuatro altos funcionarios confirmaron a Reuters que la administración
Trump está a días -o incluso horas- de activar una "nueva fase
de operaciones", con planes que van desde acciones encubiertas hasta
opciones más agresivas que la Casa Blanca todavía no descarta.
La
señal más visible de esta escalada provino el viernes, cuando la Federal
Aviation Administration (FAA) emitió una alerta urgente a
pilotos y aerolíneas sobre una "situación de seguridad
que se deteriora rápidamente" en torno al espacio aéreo venezolano.
La
advertencia, que menciona actividad militar intensificada y
riesgos a "todas las altitudes", no prohíbe los vuelos, pero sí elevó
el nivel de precaución al máximo operativo. El impacto fue inmediato: en menos
de 48 horas, las principales aerolíneas de la región
comenzaron a retirarse.
LATAM canceló su conexión Caracas-Bogotá
en rutas ya programadas, mientras Avianca interrumpió
operaciones hacia Maiquetía. Iberia, por su parte, comunicó que suspende todos
sus vuelos comerciales a Venezuela hasta nuevo aviso. Con
estas decisiones, Venezuela pierde prácticamente toda su
conectividad aérea de largo alcance.
El
factor técnico refuerza el temor: el Washington Post reportó que desde
septiembre se registran interferencias intermitentes en los sistemas de
navegación satelital (GNSS) cerca de Venezuela -fallas
críticas que, combinadas con movimientos militares, elevan el riesgo
operativo. Las aseguradoras aeronáuticas también comenzaron a
reevaluar coberturas, un paso que generalmente antecede suspensiones más
amplias.
Despliegue
militar en el Caribe
En
paralelo, el Caribe vive un despliegue militar sin
precedentes recientes. Barcos de asalto, destructores, aeronaves de vigilancia
y unidades de guerra electrónica estadounidenses operan desde Puerto Rico hasta
las proximidades de aguas venezolanas.
Según
funcionarios consultados por Reuters, los movimientos buscan "disuadir
amenazas" y reforzar operaciones antinarcóticas, pero
admiten que también cumplen funciones de "posicionamiento operacional",
un término que en el argot del Pentágono describe la preparación de condiciones
para una acción inmediata.
En
medios de seguridad y diplomacia, la secuencia -advertencias aéreas, cielos
despejados, retiro de aerolíneas, despliegue naval- plantea un
patrón conocido. Antes de los bombardeos en Libia en 2011, la FAA había
alertado a las aerolíneas sobre el deterioro de la seguridad
en el Mediterráneo.
En
Siria, en 2014, emitió avisos similares antes de las primeras
incursiones contra el Estado Islámico. Incluso en Irak, días antes de la invasión
de 2003, EE. UU. ajustó la clasificación de riesgo para vuelos comerciales
en la región. En todos esos escenarios, el despeje del tráfico civil fue un
elemento clave para operaciones militares posteriores.
Según
Reuters, el plan estadounidense contempla un primer paso que incluye operaciones
encubiertas contra figuras clave del círculo de Maduro,
orientadas a desarticular redes de seguridad, finanzas y
logística.
Dos
funcionarios confirmaron que la Casa Blanca ha discutido
incluso "opciones de cambio de régimen", aunque
públicamente Washington insiste en que su objetivo es frenar el narcotráfico.
"El presidente Trump está dispuesto a usar todo el poder
estadounidense", declaró una de las fuentes de alto nivel.
Uno
de los movimientos más significativos podría concretarse hoy, cuando EE. UU.
prevé designar al Cártel de los Soles como organización
terrorista extranjera. La medida permitiría afectar activos,
infraestructura y personal vinculado a ese entramado dentro y fuera de Venezuela,
ampliando sustancialmente el rango de acciones posibles.
El
secretario de Defensa, Pete Hegseth, afirmó recientemente que
la designación "abre un abanico de opciones" para
Washington.
Caracas acusa a Washington de
orquestar un "pretexto para la agresión" y sostiene que la crisis
aérea responde a una campaña de miedo. Sin embargo, analistas
regionales advierten que la combinación de advertencias, interferencias
electrónicas, despliegue militar y retiro de
aerolíneas configura un escenario de riesgo real. La
posibilidad de un choque accidental aumenta conforme se densifica la actividad
militar en el Caribe.
La
región observa con preocupación
Las cancelaciones ya
afectan conexiones comerciales, rutas turísticas y
operaciones logísticas. Países como R. Dominicana, Trinidad y Tobago, Colombia
y las Antillas neerlandesas monitorean un tablero que cambia por horas.
La pregunta ya no es si EE.UU. aumentará la presión sobre Caracas, sino cuánto, cuándo y cómo. Los cielos despejados sugieren que Washington no quiere testigos.
Caracas
tiene menos piezas que mover. (FUENTE EXTERNA)
Caracas
ante una eventual acción militar de Estados Unidos: su capacidad es limitada y
depende de la inteligencia cubana
Pese
a su retórica desafiante, la capacidad real de Venezuela para resistir una
acción militar de Estados Unidos es limitada. El país conserva un aparato
militar numeroso -alrededor de 120,000 efectivos entre Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (FANB), milicias y cuerpos especiales- pero con equipos
envejecidos, escasez de piezas de repuesto y una cadena logística debilitada
por años de sanciones. Sus sistemas antiaéreos de origen ruso, incluidos los
S-300, representan su activo más sensible, aunque especialistas coinciden en
que el entrenamiento, el mantenimiento y la integración operativa están lejos
del nivel requerido para enfrentar una fuerza de ataque estadounidense.
El
punto más fuerte del chavismo no es su armamento sino su inteligencia interna,
muy influenciada por Cuba desde la llegada de Hugo Chávez al poder. La
presencia de asesores cubanos en áreas de contrainteligencia, comunicaciones y
protección del círculo presidencial es ampliamente documentada. Según fuentes
de seguridad regional, La Habana ha sido clave para blindar a Maduro,
reorganizar el SEBIN y estructurar mecanismos de vigilancia social que impiden
fracturas internas. La red cubana -mucho más profesional y disciplinada que sus
contrapartes venezolanas- aporta lo que la FANB no puede garantizar: control
político, alerta temprana y lealtad forzada.
En
un escenario de ofensiva estadounidense, Venezuela podría ofrecer resistencia
puntual y dispersa, especialmente desde unidades de élite y grupos irregulares
aliados. Pero frente a una operación aérea o naval de escala limitada, su
estructura militar difícilmente aguantaría más que unos días. La ecuación
estratégica es clara: sin Cuba, Maduro pierde ojos y oídos; sin una aviación
efectiva, pierde capacidad de respuesta; y sin logística, pierde tiempo. La
superpotencia tiene ventaja absoluta en todos esos frentes.