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20.7.18

¿Qué o quién mató a Bruce Lee?


Enter of Dragon scene
20 de julio de 1973. A las 14:00 horas, según declara su esposa, Bruce Lee, el astro de las artes marciales, está en su casa de Kowloon con Raymond Chow, productor y socio de sus últimos trabajos, para discutir sobre Game of Death, su siguiente película. Estarán trabajando hasta las 16:00 de la tarde. Después, juntos, se dirigen a la casa de Betty Tingpei, una actriz taiwanesa que va a tener un papel protagonista en la cinta. Los tres repasan el guión en la casa de Tingpei y, luego, Chow se va, aunque queda con Bruce para cenar a las 21:00 en un restaurante del centro.
Según la autopsia oficial, el medicamento en cuestión contenía un relajante muscular que le había provocado una repentina alergia. Su cerebro se había hinchado en un 13 por ciento, de 1.400 gramos a 1.575. A las 22:15 era declarado muerto y 45 minutos más tarde, Chow emitía un comunicado. En él, el productor y socio mentía. Dijo que se había tratado de edema cerebral por alergia al Equagsic. Hoy se pone en duda. Pero también mintió sobre el lugar de la muerte. Aseguraba que la estrella había fallecido en su casa acompañado de su mujer. Ésta había corroborado la versión y había pedido, llorosa por televisión, que nadie especulara con el trágico suceso para salvaguardar el respeto hacia la figura de su difunto marido. Pronto se supo que no fue así. Que fue en la cama de Tingpei. Bruce Lee tenía 32 años. Había muerto el hombre y nacía la leyenda. Y con ella, millares de hipótesis oscuras que intentaban esclarecer –cuando no, ocultar aún más- aquella muerte tan temprana.
Tal día como hoy se cumplen 45 años de la muerte del actor que revolucionó las artes marciales para siempre y cuya vida, obra, filosofía y muerte aún sigue despertando una expectación casi inaudita. Bruce Lee.


“Un día recibí una llamada de larga distancia del periódico más grande de Hong Kong. Me preguntaron si todavía estaba vivo. ¿Adivina con quién estás hablando? Respondí”. Bruce Lee contaba habitualmente muchas anécdotas como ésta. De hecho, los rumores sobre su muerte eran abundantes en Oriente y, casi siempre, tenían un final violento, una pelea a traición que lo terminaba despedazando. Así que, cuando murió de verdad, las especulaciones se desbordaron de tal modo que aún han llegado a nuestros días, casi medio siglo después. ¿Pero qué ocurrió en realidad? ¿Fue un edema cerebral? Que un hombre de 32 años que hacía ejercicio constantemente y era conocido por su físico tonificado, que era capaz de hacer flexiones o sentadillas solo apoyándose con los pulgares en el suelo mientras veía la televisión o que leía La crítica a la razón pura ejercitando los brazos con sendas mancuernas, muriera tan joven era -y es- muy raro.
Pero mucho más cuando se hablaba de la primera y más explosiva estrella de las artes marciales y del cine oriental hasta la fecha, que había vivido como un mito viviente y cuyas hazañas habían trascendido a su propia leyenda. El mundo era incapaz de aceptar que, aquella perfecta combinación de músculo, tendón y filosofía, muriera como un hombre corriente… Aunque, siendo justos, Bruce Lee tampoco es la primera celebridad cuya muerte despierta teorías conspiranoicas. De hecho, el ser humano parece imposibilitado a creer de manera testaruda que sus mitos se transformen en el mismo polvo que los demás, como si en su ADN único estuviera escrito que su fin nunca podría ser definitivo. Como poco, misterioso. Y ahí queda Elvis, Monroe, Dean o Wood… Pero Bruce Lee es, quizás, el caso más paradigmático.
Hablando de combinaciones perfectas, Bruce Lee vivía para alcanzarla. Era un hombre obsesionado con ella. De hecho, nunca dejó de trabajar para ser la mejor versión de sí mismo y su modo de vida se convirtió en una filosofía que caló, primero en Hollywood entre las estrellas de Beverly Hills y, después, en todos los ángulos del planeta. El alcance de sus palabras parecía no tener limites. “Si siempre pones límites a todo lo que haces, físico o cualquier otra cosa, eso se propagará a tu trabajo y a tu vida. No hay límites. Sólo hay lugares donde te conformas, y no debes quedarte ahí, debes ir más allá”. Dos meses después de su muerte, cuando se hubo estrenado su testamento cinematográfico, quizás el trabajo que –aupado también por la atroz estela de su muerte- se convirtió en su gran obra maestra (Operación dragón, un filme en donde, ante Occidente, inventaba el género de las artes marciales en el cine), de la noche a la mañana, sin límite ninguno, Lee se convertía es un ser casi mesiánico y el mundo ansiaba adorarlo. En cada pueblo, de España a Australia, se abrían escuelas de artes marciales; los dormitorios de millones de chavales se cubrían con posters con su mirada fiera, sus brazos tensos y pelo azabache tapándole las orejas; las adolescentes se enamoraban por primera vez de un rostro oriental y cubría sus carpetas como forro; y la industria del marketing del recuerdo daba vueltas a la manivela del dinero sin fin.
Pero ¿qué fue lo que ocurrió antes de esas 24 horas fatídicas de las que, por cierto, sólo hemos contado, las oficiales? Habría que remontarse quizás a los meses de rodaje de, precisamente, Operación dragón. Éste era su primer trabajo en Hollywood y además, producido por un gran estudio como Warner. Lee se jugaba mucho. Sus anteriores trabajos eran hongkoneses. Ahora, se trataba de Hollywood, y eso eran palabras mayores, aunque entre la fauna de la ciudad ya fuera un gurú. Steve McQueen, Roman Polanski, James Coburn y el jugador de baloncesto Kareem Abdul Jabbar acudían a él no sólo para aprender a defenderse, sino para lograr mayor elasticidad y expresividad con sus cuerpos. Y su mente. Ellos escucharon de sus labios aquello de “Be water my friend”. Aquello de que, como actores, debían aprender a amoldarse como el agua. Pero las caras de la industria no eran la industria.

Bruce estaba en una condición muy crítica. Extrajimos mucho hachís de su estómago. Bruce dijo que solía masticarlo porque estaba sometido a mucha presión”. Contó el médico Peter Wu, quien había atendido a la estrella tan sólo dos meses antes de su muerte después de otro –qué casualidad– ataque de hidrocefalia y se encontró con un tipo con un 1 % de materia grasa corporal, que acababa de perder 10 kilos a causa del estrés y medía 1,71 y pesaba 60 kilos. Pura fibra y puro nervio, sus armas para lograr aquello que decían los críticos: "Se mueve como una mariposa y golpea como una avispa", pero también, drogas y estrés.
Corría 1972. Lee había conseguido dos éxitos internacionales con El gran jefe y Puño de furia, pero su mala relación con el director de ambas así como el fin de su contrato con la Golden Havest, precipitan que tenga que elegir: o su libertad personal y creativa o atarse a una major. Opta por la primera opción asociándose a Raymond Chow: dirigiría, protagonizaría, escribiría y coproduciría todas sus películas. Chow… precisamente el fundador de Golden Harvest… Y por cierto, el Dios artífice de Jackie Chan con el que se hizo de oro poco tiempo después... Bueno, luego volveremos a este tema. Juntos, Lee y Chow consiguieron el primero de sus grandes triunfos: Way of the Dragon, una película que hoy es conocida como la peli que enfrentó a Bruce Lee con Chuck Norris en un auténtico despliegue de patadas voladoras y gritos guturales sin parangón que se ha granjeado merecidamente el sobrenombre de “el combate del siglo”. Porque una de las grandes aportaciones de Lee al cine contemporáneo fue que radicalizó la lucha hasta un punto antes nunca visto. “Si luchas contra mí ya puedes matarme”, decía en esta cinta demostrando que no ha habido nadie más chulo en las artes marciales que Bruce Lee.
Bruce Lee y Chuck Norris © Bruce Lee y Chuck Norris - Getty Images Bruce Lee y Chuck Norris
A su término, tuvo una llamada. Era de Ted Ahley, nada menos que el presidente de Warner, para ofrecerle un contrato de medio millón de dólares para protagonizar y codirigir las escenas de lucha de Bood and Steel. Bruce aceptó con la condición de que le cambiaran el nombre por Enter the Dragon, o lo que es lo mismo, Operación Dragón. El resto es historia. Fue la última obra de Bruce Lee y la primera de artes marciales chinas que iba a ser producida por el gran Hollywood. “El pequeño dragón” –luego iremos al significado de este sobrenombre porque tiene bemoles- siempre dijo que la película debía ser un vehículo para expresar lo que él percibía como bello en la cultura china, un aspecto que debía resaltar por encima de la acción. Lo cierto es que si hoy se recuerda la película, no es por su profundidad, sino incluso por motivo exógenos a los puramente fílmicos, pero Operación Dragón es, en realidad, puro espectáculo de los 70, una mezcla de suspense al estilo James Bond con elementos de Fu Manchu.
Y, obviamente, con la figura omnipresente de un luchador sin igual que, durante las semanas de grabación, contó con numerosas amenazas porque, al parecer, la mayoría de extras contratados eran chinos, muchos de ellos artistas marciales y miembros de organizaciones criminales locales o triadas chinas. Que por un lado, los más poéticos, veían con malos ojos que Lee enseñara -y vulgarizara- Kung Fu a estudiantes que no fueran chinos traicionando así este arte de lucha milenario, y por otro, los más prosaicos, que Lee se negaba a apoquinar lo que la mafia le exigía para proporcionarle seguridad a él y a su negocio. Fred Weintraub, quien fue el productor de la película y además estuvo constantemente con Bruce Lee durante la filmación, contó que durante el rodaje “estaba preocupado de que alguien saliera lastimado porque había desafíos todos los días... ellos tenían un rito en que se desafiaban donde cruzaban las manos y golpeaban los pies... pero las peleas por suerte no duraban mucho porque Bruce ¡pa, pa, pa!, los noqueaba y seguía adelante”.
Enter of Dragon scene
© Enter of Dragon - Getty Images Enter of Dragon scene

Pero el rodaje pudo llevarse al completo. Bruce Lee hizo todo lo que quiso. Incluso, coreografiar sus movimientos. Que fuera campeón de cha cha chá, ayudaba (sí, cha cha chá) . Y, también, gran admirador de Muhammad Ali. Lee estudió sus peleas viendo sus combates del revés. El boxeo cambiaba, rompía las reglas, conseguía una mayor potencia en los golpes y coordinación de movimientos y eso era fundamental para la acción cinematográfica aunque no casara tanto con el alma oriental. Es más, su gancho más conocido, “El camino del puño que intercepta”, surgió del movimiento de arresto del esgrima. Porque todo era susceptible de ser utilizado. Fue capaz de insuflar aires nuevos a un arte, el de matar a la oriental, que llevaba documentado milenios. ¿El resultado? Aceleró la pelea. Era tan rápido, que sus escenas se tenían que rodar a 32 frames por segundo en vez de a 24. Otro milagro.
Operación Dragón se estrenaría el 29 de agosto de 1973. Pero Bruce Lee nunca llegaría a verlo.
Bruce Lee Family © Bruce Lee Family - Getty Images Bruce Lee Family
Pero, ¿quién era Bruce Lee? Aunque pudiera parecer lo contrario, este actor, quintaesencia china, no nació en China, sino en San Francisco, en 1940. Ni tampoco corría pura sangre mandarín por sus venas. Su madre era de ascendencia alemana y eso, en el mundo en el que se movía, no fue nunca bien visto. Le pusieron como nombre, un término que en chino es femenino, Lee Jun-fan -otra cosa que contaremos después- y su alumbramiento tuvo lugar en la tierra del Tíiio Sam porque se produjo repentinamente durante una gira de sus padres, cantantes de la ópera de Cantón, por Estados Unidos.

No obstante, al año, la familia regresó a Hong Kong aunque si bien es cierto, la vida de Bruce Lee fue un ir y venir entre la ciudad-estado británica entonces y la costa oeste americana. Su infancia y adolescencia, eso sí, transcurriría en Hong Kong, donde Bruce, dados sus antecedentes familiares, tuvo muy tempranamente contacto con el cine. Con seis años protagonizó el melodrama Birth of Mankind (El nacimiento de la humanidad), y pronto se hizo un nombre –otro, con Li Shiaolong, El pequeño dragón-, con más de una decena de títulos, en el mundo del celuloide chino con su característica seña de identidad: tocarse la nariz con los dedos… Pero llegó la adolescencia y, aunque mantenía esa belleza suave que tan famoso le hizo de niño, se convirtió en un pirata, o sea, un pandillero de tomo y lomo.
Fue expulsado del colegio, y se metió en numerosos altercados y peleas callejeras, muchas de ellas, derivadas de no ser un chino puro. Uno de sus rituales cotidianos era enfrentarse a otras bandas con armas y cadenas. El deseo de aprender defensa personal le empujó a comenzar a practicar Wing Chun Kung Fu, un estilo que luego le ayudó a desarrollar su propio método de combate, el Jeet Kune Do, cuya filosofía sugería que el combate está siempre vivo y en constante cambio. Su padre, viendo que el niño se le iba de las manos – máxime cuando propinó una patada casi letal a un policía- decidió reclamar la nacionalidad americana y devolverlo a Estados Unidos.
Así, con 18 años, Bruce Lee volvía al país que le vio nacer. Se establecería en Seattle y en 1961 empezó los estudios de filosofía en la universidad de Washington, especialmente atraído por el taoísmo. Tres años después, abandonó la carrera para abrir su primer gimnasio y dedicarse en exclusiva a su entrenamiento personal y dar clases de kung Fu, eso sí, sin exclusiones raciales, sólo había que disponer de “un corazón puro”. Daban igual los ojos rasgados o el color de la piel. Las amenazas volverían a su vida. Muchos asiáticos pensaban que el hecho de que ofreciese clases a caucásicos era una práctica corrupta (Y por si fuera poco, se casó con una americana y tuvo dos hijos). Pero aquella open mind también supondría convertirse en alguien popular, tanto que Hollywood llamó a su puerta.
En 1966 logró el papel de Kato en la serie de televisión El avispón verde, un superhéroe ataviado con traje verde y máscara que era un experto luchador y que, inexplicablemente, se convirtió en un referente de la comunidad china. La serie le dio popularidad, sí, pero que no le facilitó alcanzar el que podría haber sido su gran éxito: el papel de David Carradine en Kung Fu, por ser “demasiado chino”. Exacto, el racismo, esta vez, el de los blancos, volvía a llamar a su puerta. Tras cinco años haciendo spots publicitarios, Lee regresó a Hong Kong.

Linda Lee and Brandon Lee
© Linda Lee and Brandon Lee - Getty Images Linda Lee and Brandon Lee
1971 sería el año de su despegue. Allí, en Hong Kong, fue recibido por multitud de fans. Era una estrella. Podía, como el Rey Midas, tocar lo que fuera que se convertiría en oro. Sus películas, que no tardaban más de tres meses en rodarse, producirse, postproducirse y estrenarse, eran récords –millonarios- de taquilla. Logró batir tres veces el récord de película más taquillera de la historia conKárate a muerte en Bangkok (Lo Wei, 1971), después haría lo propio con Furia oriental (Lo Wei, 1972) y con El furor del dragón (Bruce Lee, 1972). Nacía la estrella. Solo era cuestión de que Hollywood volviera a llamar. Y, como sabemos, llamó.
Pero él nunca sabría que era ser una estrella de Hollywood. ¿Qué se lo impidió? Aquí, regresamos a cosmogonía de su muerte. “Nadie se muere por una pastilla de Equagesic. Ningún analgésico mató a Bruce”, sentenciaron los periódicos de la época. Pero ¿Hubo o no hubo edema? Parece ser que sí. Lo que no se sabe es el porqué de esa hidrocefalia. Si lo provocó una alergia, una mala combinación con drogas, si tuvo algo que ver la mafia china o incluso la italiana, si fue el efecto de varias sustancias, de la mala suerte, de una maldición china o, por qué no, del efecto mariposa. “Una muerte por desventura” en toda regla que, este mismo año, suma una nueva hipótesis publicada en la biografía Bruce Lee: A life, de Matthew Polly, donde se dice que la causa, extraña y triste, del colapso del astro de cabellos azabache fue un golpe de calor, algo tan común y corriente que se vio intensificado por la extirpación que se hizo el hongkones de las glándulas sudoríparas de las axilas. Bruce sentía que cuando sudaba mucho se veía mal en pantalla. Había que quitarla. "Sin estas glándulas sudoríparas, su cuerpo habría sido menos capaz de disipar el calor", escribe.
Bruce Lee Family © Bruce Lee family - Getty Images Bruce Lee Family
¿Fue el cannabis encontrado en la autopsia? “No era más significativo que si Bruce hubiera bebido una taza de té ese día”. ¿Hipersensibilidad a uno o más de los compuestos encontrados en el analgésico para el dolor de cabeza que consumió esa tarde? Ninguno de los vasos sanguíneos se bloqueó o se rompió, por lo que la posibilidad de una hemorragia está descartada. Nada. Sólo comportamientos extraños. Por un lado, actriz, Betty Ting Pei y productor, Raymond Chow, mintieron sobre el lugar de la muerte, sobre el tiempo que tardaron en llamar a una ambulancia, sobre el hospital al que llevaron a Bruce moribundo… ¿Chow quería deshacerse del máximo accionista de su empresa? ¿Betty estaba en posición horizontal haciendo la posición del Loto con Bruce? Por otro, todos aquellos que trabajaron o tuvieron contacto con Lee meses antes de su muerte, coinciden en señalar que el actor caminaba desgarbado, tísico, confundido, olvidadizo, paranoico, con ataques de ira y actitud depresiva. Nada que ver con el hombre sabio que había llegado a sus vidas. ¿Tuvo algo que ver entonces la Triada china? Lee se había negado a pagarles dinero a cambio de protección tal y como era habitual entre los millonarios chinos. ¿La mafia italiana? Nunca contó con su –pertinente- colaboración para su estreno en Hollywood… En sus peleas de rodaje ¿fue víctima del toque de la muerte (¿el golpe Dim Mak)? Y por último, ¿no sería que su destino estaba ya pautado?
Aquí viene la teoría más rocambolesca, pero también la que refrendó su hijo Brandon, que murió también de forma trágica y en extrañas circunstancias durante el rodaje de El Cuervo. ¿Una perturbadora casualidad? La familia de Lee estaba bajo el acecho de una mortal maldición que Bruce Lee desafió. Bruce nació después de la muerte de su hermano mayor (por causas nunca aclaradas) y una superstición china advierte de que cuando un varón nace tras la muerte de un hermano varón, éste debe ser nombrado en femenino. De ahí su nombre Lee Jun-fan, (“Protector de San Francisco”) que en casa era sustituido por el también femenino Sai-Fon (“pequeño fénix”), a pesar de que Bruce hubiera nacido en el año (1940) y a la hora (entre las 7 y las 9) del dragón. Como actor, Lee desafió a la maldición. Su nombre artístico fue primero Shiaoling (“pequeño dragón”) y luego, Bruce. Esa fue su patada voladora a los dioses.
Está claro que nunca se lo perdonaron y que le castigaron matándolo. Lo que no previeron fue que, gracias al cine, el pequeño dragón es y será siempre inmortal. Fuente:MSN

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